Es la principal Diosa de la Vida para los peruanos, bolivianos, y los indígenas y habitantes del nordeste Argentino. Simboliza la fertilidad de la tierra y su sanación, las semillas y los frutos, las estaciones, los tejidos, los metales, la cerámica, el chamanismo y la sanación. Representa la completud, la contención y la fecundidad, lo que comienza y termina. También se la conoce como Mama Pacha.
Según una versión de su leyenda, Pacha es universo, mundo, tiempo, lugar, mientras que Mama es madre. La Pachamama, agrega, es un dios femenino, que produce, que engendra. De acuerdo con otra leyenda, el mito de la Pachamama debió referirse en un principio al tiempo, vinculando este término con la tierra: el tiempo que cura los dolores, el tiempo que distribuye las estaciones, fecunda la tierra. Pacha significa tiempo en lenguaje kolla, pero con el transcurso de los años esta palabra terminó confundiéndose con la tierra.
Se cree que Pachamama creó el sol, la luna y las estaciones, llamadas Pachamitas. Habita en la Cruz del Sur. El mito nos relata que en el principio de los tiempos ella bajó de las estrellas hacia la tierra, para crear vida en ella. Junto con Pachacamac forma la Pareja Sagrada.
Pachamama es la Madre Cósmica, la Gran Madre Tierra, el Universo en su totalidad. Es hombre y mujer a la vez, es la tierra y el tiempo. Ella es todo.
En las áreas Andinas de Sudamérica, la tierra tiene un significado fundamental. Esta Diosa de la Madre Tierra es una divinidad a la que se le ofrecen oraciones, ruegos, súplicas y cánticos. Ella da la vida, el alimento y nos sustenta.
La Pachamama hacer crecer las cosechas, multiplica el ganado, cuida los animales silvestres y bendice a los artesanos. En sus rituales se bebe y el primer trago, en su homenaje, se arroja al suelo, en señal de respeto y de homenaje. En todo el Noroeste Argentino esta celebración se hace para agradecer, pedir y bendecir los frutos que nos ofrenda la Madre Tierra. Su enojo puede provocar cualquier tipo de desastre natural: terremotos, maremotos, huracanes, aludes. Así como nos dio la vida, también nos la quita.
“El poder de la Pachamama es tan diverso que de la misma forma como nos puede enfermar nos puede curar. Necesitamos mover todos los espíritus cuando nos bañamos en una cascada y así nos sanamos. Sabemos qué planta es guardiana, qué hoja sana frotándola con otra, comiéndolas, bebiéndolas en infusiones. Así como está nuestra relación con las plantas está con el cosmos. Sabemos que al sembrar damos vida, multiplicamos vida, nos hacemos acompañar por la vida del Universo.” [1]
Su fiesta es el 1º de agosto. Ese día se la venera de forma especial, depositando comida y bebida en el interior de su cuerpo. Estas ofrendas tienen la finalidad de despertar a la Pachamama luego de su descanso invernal. Este ritual se realiza antes de comenzar la época de la siembra, por lo que se busca que la diosa manifieste nuevamente su fertilidad y su poder.
Ella está en nosotras, ella es nosotras y nosotras somos ella, pues de ella provenimos y a su gran matriz volveremos al morir. Pachamama nos da todo lo que nos es necesario, aquello que le pidamos, y nos solicita a cambio que distribuyamos sus dones. De esta manera, nos enseña a ser generosas, a distribuir y a compartir.
El culto a esta diosa expresa la unión de la Tierra con los Sagrado Femenino que vive en la Naturaleza, las mujeres y la comunidad. Practicar sus ritos nos mantiene unidas a aquellas mujeres que en la antigüedad celebraban de igual manera las festividades de otras diosas de la Madre Tierra como Demeter.
Pachamama nos recuerda que poseemos dentro nuestro poderes ancestrales: los de la chamana, los de la curandera y los de la sacerdotisa. Ella hace revivir en nosotras a nuestra bruja interna y para ayudarnos nos provee de hierbas y piedras. Todo está allí para que podamos utilizarlo, y debemos cuidarlo para que permanezca para las próximas generaciones.
ADRIANA
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