Seguramente habrá observado alguna vez cómo aprende a caminar un niño. Con dificultad se vuelve a levantar una y otra vez, se tambalea inseguro sobre sus piececillos y por fin da un paso hacia delante.
Con frecuencia nos da la sensación de que el niño sabe perfectamente que andar es posible, que él es capaz de andar, pero que a pesar de todo no lo consigue. Se vuelve a caer de nuevo y a veces se enfada y llora desesperadamente al ver que no es capaz de caminar.
Los padres no lo cogerán en brazos continuamente para ayudarle. Pues de lo contrario el niño nunca aprenderá a andar. Lo sostendrán durante unos minutos para que se mantenga en pie y le ayudarán a dar los primeros pasos. Le animarán y apoyarán cariñosamente indicándole cómo funciona «esto» del andar. Pero no siempre le prestarán su ayuda, pues si no el niño nunca aprendería a caminar.
Del mismo modo que unos padres cariñosos apoyan a su hijo, los Maestros Ascendidos hacen lo mismo. Nos muestran el camino y nos facilitan experiencias que nos levantan el ánimo. Saben perfectamente cuándo su ayuda resulta beneficiosa para nosotros y cuándo podemos empezar a dar los primeros pasos por nosotros mismos. Y nos llaman la atención cuando nos olvidamos de nuestra meta o cuando nos queremos echar atrás.
Naturalmente, no siempre resulta fácil para nosotros reconocer esa ayuda. Como el niño, en ocasiones nos enfadamos, nos desesperamos y nos sentimos desilusionados o resignados cuando algo no sale como nosotros queremos, o cuando la ayuda no resulta lo que nosotros esperábamos. Nos sentimos abandonados y dudamos si el mundo espiritual estará ahí, a nuestro lado, para apoyarnos.
Al igual que los padres, los Maestros Ascendidos son guías cariñosos en nuestro camino para convertirnos en unidad. Nos ayudan a desarrollar nuestro sentido común, nuestra conciencia y a ser nosotros mismos también Maestros. Este proceso de desarrollo transcurre a lo largo de diferentes vidas. Y en cada vida aprendemos algo nuevo, experimentamos nuevas técnicas de aprendizaje, desarrollando nuestra personalidad cada vez más, hasta que finalmente\ vivimos totalmente conscientes, hasta que despertamos completamente.
Como ya habíamos mencionado anteriormente, los Maestros Ascendidos ya han recorrido este camino con éxito y están siempre a nuestra disposición con su experiencia. Nuestra contribución a este trabajo conjunto es nuestra disponibilidad a despertar, así como a recibir esa ayuda y saber solicitarla.
Pero la finalidad de los Maestros no es solo que desarrollemos nuestra propia existencia, sino también que sepamos vivirla en nuestra vida cotidiana, que sepamos «forjar nuestro día a día». Resulta fácil alcanzar un estado de tranquilidad y de sentirse una unidad en la meditación, en un paseo a través del bosque o mientras contemplamos una pintoresca puesta de sol.
Pero ¿dónde se queda esa calma y ese sosiego cuando a nuestro alrededor varios niños juegan haciendo ruido, se pelean poniendo a prueba nuestra paciencia y nuestros nervios, cuando nos encontramos bajo la presión del tiempo y nos estresamos, cuando nos tenemos que enfrentar a una conversación desagradable o nos aprietan nuestras deudas económicas? Esto es la vida cotidiana.
La meta es poder mantener la serenidad y el equilibrio en esas situaciones de tensión, saber actuar con calma y con claridad. Consiste en saber sacarle provecho a nuestro potencial, en desarrollar nuestra intuición, en seguir nuestra sabiduría interior, en aceptar nuestro lado más oscuro y saber integrarlo. En estas pautas de aprendizaje los Maestros Ascendidos también nos quieren prestar su ayuda
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