La emperatriz, la luna, la sacerdotisa y la fuerza son algunos de los Arcanos Mayores del siempre enigmático y atractivo tarot. Siglos de sabiduría encierran estas cartas utilizadas masivamente en la actualidad como método adivinatorio. Conozca los arquetipos que recogen y simbolizan las energías femeninas.
La mayoría de las personas relaciona el tarot con el “sacarse la suerte”, y es que este milenario libro (porque eso es lo que es) se utiliza mayoritariamente como método para conocer algunos eventos del futuro. Aunque hay quienes también se acercan a él en busca de una orientación más amplia, de consejo e incluso de sanación –más de un pisocólogo o psicóloga lo utiliza en su terapia–, tampoco falta quienes aún lo ven como algo relacionado con el pecado o derechamente, lo maligno.
Lo cierto es que el tarot guarda en sus simbólicas cartas siglos de sabiduría que recoge toda la mística de la civilización occidental.
Cercano al universo de lo mágico y mirado con recelo por las religiones, este libro compuesto por 78 láminas dibujadas –que se presenta como mazo, porque antiguamente los libros tenían sus hojas sueltas y con dibujos, porque la mayoría de la gente no sabía leer– resume los principales arquetipos del ser humano, principalmente en lo que se conoce como los Arcanos Mayores: 22 cartas que reúnen la totalidad del contenido esotérico y que, miradas en orden, representan las fases de crecimiento (físico y psíquico) del devenir humano. Cada persona tiene, además, un arcano mayor que gravita e influencia en su vida, cálculo que se realiza a partir de la suma de la fecha de nacimiento.
Sobre su origen se tienen innumerables versiones, pero se consigna el Antiguo Egipto como la civilización desde donde surgieron algunas simbologías, especialmente las que conciernen a los Arcanos Mayores. Según la historia, ese conocimiento esotérico habría cruzado el Mediterráneo y establecido como oráculo en las primitivas culturas europeas. Sería durante la Edad Media en ese continente que se habrían estructurado las cartas como las conocemos en la actualidad, articulándose en torno a los elementos básicos –la tierra, el agua, el fuego y el aire– como las energías esenciales y fuente de las interpretaciones.
Dentro de este universo, el eje femenino-masculino determina todos los íconos y fuerzas del tarot. Vale la pena repasar los Arcanos Mayores femeninos, arquetipos que deconstruyen una mirada esotérica y milenaria sobre las mujeres.
La Sacerdotisa:
Arcano dos. Es el más antiguo de los personajes del tarot, vinculado a las mujeres de los pueblos originarios de Europa que profesan el culto a la Gran Diosa Madre. Relacionada con el yin o principio femenino, energía receptiva. Guardiana de la sabiduría oculta, algo fría. Sus valores son la cooperación y la solidaridad. Ligada al subconsciente, representa la verdad elemental y los procesos intuitivos. Autónoma y autosuficiente.
La Emperatriz:
Arcano tres. Así como algunas mujeres permanecían para el culto de la divinidad, otras se dedicaban al cultivo de la tierra. Este arcano se vincula a la fertilidad, la naturaleza, la maternidad y también la sensualidad. El arquetipo de la madre. Representa la ternura, la capacidad de criar, del afecto concreto. Vinculada a la comunicación y los procesos creativos. Es la representación de la pareja femenina; esta carta también alude al bienestar material, buenas relaciones de pareja, estabilidad y reconocimiento.
La Fuerza:
Arcano ocho. Aunque el nombre de esta carta es singular, su representación se construye de una mujer en actitud de dominio amoroso de un león; la verdadera fuerza radica en la multiciplidad. Energía femenina vinculada a la ternura y suavidad, y la masculina a la vitalidad y fiereza. Este arcano alude a los amores que se concretan y conjugan lo espiritual con lo carnal. También se refiere a las contradicciones y la capacidad del desarrollo interior. Llama a enfrentar los problemas y vaticina el éxito para quienes enfrentan la adversidad.
La Justicia:
Arcano once. El eje y el equilibrio. Este arcano representa el verdadero sustento de la autoridad, pues define, corta, decide y dispone. La Justicia del tarot no es ciega, recomienda ver la realidad, llama a tomar decisiones pendientes, pero también entrega la capacidad de hacerlo a través del conocimiento. También alude al rigor consigo mismo/a, al estoicismo, la modestia y la austeridad.
La Muerte:
Arcano trece. Carta que despierta temor y desconcierto, pero que alude a la necesidad de gestar, asumir y conducir el propio camino. Es la antesala a una nueva vida –que no significa la muerte física–, el partir de nuevo. Dice que es necesario hacer morir el pasado para vivir el futuro. Anuncia la transformación desde lo profundo del ser humano, lo que requiere valentía. Llama a aceptar el dolor que significa abandonar lo viejo, no sujetarse a los prejuicios, superar el ego. Cuando uno dice sí a la Muerte, dice sí a su propio desarrollo.
La Templanza:
Arcano catorce. Habla de resultados de un cambio y de asumir una nueva posición. Alude a la armonía entre lo interno y externo, el equilibrio real, sin importar que nadie lo entienda. Es un equilibro distinto, un desorden a los ojos cuadrados. También significa moderación y la capacidad de mezclar realidades. Esta carta también es portadora de mensajes y de protección divina. Alude a la salud psíquica y física.
La Estrella:
Arcano diecisiete. Esta carta habla del inconsciente, de la conexión con lo divino, con el cosmos, para las actividades en la tierra, en la vida diaria. Vinculada al arte, lo creativo y las comunicaciones, pero desde una propuesta innovadora y mística. Arcano de la sanación de procesos profundos, de crecimiento espiritual. Es una invitación a correr nuevos riesgos en la vida, especialmente después de experiencias fuertes.
La Luna:
Arcano dieciocho. Es la carta por excelencia de las energías femeninas. Vinculada a la intuición, los sueños. Llama a las mujeres y a los hombres a descubrir la profundidad de sus propias energías femeninas. Muestra, a veces, la cara oculta de la realidad, corre velos, también hace referencia a la necesidad de aprender a movernos entre la luz y la sombra. Es la conexión completa con las emociones, los recuerdos del pasado, la relación con la madre durante la infancia.
La mayoría de las personas relaciona el tarot con el “sacarse la suerte”, y es que este milenario libro (porque eso es lo que es) se utiliza mayoritariamente como método para conocer algunos eventos del futuro. Aunque hay quienes también se acercan a él en busca de una orientación más amplia, de consejo e incluso de sanación –más de un pisocólogo o psicóloga lo utiliza en su terapia–, tampoco falta quienes aún lo ven como algo relacionado con el pecado o derechamente, lo maligno.
Lo cierto es que el tarot guarda en sus simbólicas cartas siglos de sabiduría que recoge toda la mística de la civilización occidental.
Cercano al universo de lo mágico y mirado con recelo por las religiones, este libro compuesto por 78 láminas dibujadas –que se presenta como mazo, porque antiguamente los libros tenían sus hojas sueltas y con dibujos, porque la mayoría de la gente no sabía leer– resume los principales arquetipos del ser humano, principalmente en lo que se conoce como los Arcanos Mayores: 22 cartas que reúnen la totalidad del contenido esotérico y que, miradas en orden, representan las fases de crecimiento (físico y psíquico) del devenir humano. Cada persona tiene, además, un arcano mayor que gravita e influencia en su vida, cálculo que se realiza a partir de la suma de la fecha de nacimiento.
Sobre su origen se tienen innumerables versiones, pero se consigna el Antiguo Egipto como la civilización desde donde surgieron algunas simbologías, especialmente las que conciernen a los Arcanos Mayores. Según la historia, ese conocimiento esotérico habría cruzado el Mediterráneo y establecido como oráculo en las primitivas culturas europeas. Sería durante la Edad Media en ese continente que se habrían estructurado las cartas como las conocemos en la actualidad, articulándose en torno a los elementos básicos –la tierra, el agua, el fuego y el aire– como las energías esenciales y fuente de las interpretaciones.
Dentro de este universo, el eje femenino-masculino determina todos los íconos y fuerzas del tarot. Vale la pena repasar los Arcanos Mayores femeninos, arquetipos que deconstruyen una mirada esotérica y milenaria sobre las mujeres.
La Sacerdotisa:
Arcano dos. Es el más antiguo de los personajes del tarot, vinculado a las mujeres de los pueblos originarios de Europa que profesan el culto a la Gran Diosa Madre. Relacionada con el yin o principio femenino, energía receptiva. Guardiana de la sabiduría oculta, algo fría. Sus valores son la cooperación y la solidaridad. Ligada al subconsciente, representa la verdad elemental y los procesos intuitivos. Autónoma y autosuficiente.
La Emperatriz:
Arcano tres. Así como algunas mujeres permanecían para el culto de la divinidad, otras se dedicaban al cultivo de la tierra. Este arcano se vincula a la fertilidad, la naturaleza, la maternidad y también la sensualidad. El arquetipo de la madre. Representa la ternura, la capacidad de criar, del afecto concreto. Vinculada a la comunicación y los procesos creativos. Es la representación de la pareja femenina; esta carta también alude al bienestar material, buenas relaciones de pareja, estabilidad y reconocimiento.
La Fuerza:
Arcano ocho. Aunque el nombre de esta carta es singular, su representación se construye de una mujer en actitud de dominio amoroso de un león; la verdadera fuerza radica en la multiciplidad. Energía femenina vinculada a la ternura y suavidad, y la masculina a la vitalidad y fiereza. Este arcano alude a los amores que se concretan y conjugan lo espiritual con lo carnal. También se refiere a las contradicciones y la capacidad del desarrollo interior. Llama a enfrentar los problemas y vaticina el éxito para quienes enfrentan la adversidad.
La Justicia:
Arcano once. El eje y el equilibrio. Este arcano representa el verdadero sustento de la autoridad, pues define, corta, decide y dispone. La Justicia del tarot no es ciega, recomienda ver la realidad, llama a tomar decisiones pendientes, pero también entrega la capacidad de hacerlo a través del conocimiento. También alude al rigor consigo mismo/a, al estoicismo, la modestia y la austeridad.
La Muerte:
Arcano trece. Carta que despierta temor y desconcierto, pero que alude a la necesidad de gestar, asumir y conducir el propio camino. Es la antesala a una nueva vida –que no significa la muerte física–, el partir de nuevo. Dice que es necesario hacer morir el pasado para vivir el futuro. Anuncia la transformación desde lo profundo del ser humano, lo que requiere valentía. Llama a aceptar el dolor que significa abandonar lo viejo, no sujetarse a los prejuicios, superar el ego. Cuando uno dice sí a la Muerte, dice sí a su propio desarrollo.
La Templanza:
Arcano catorce. Habla de resultados de un cambio y de asumir una nueva posición. Alude a la armonía entre lo interno y externo, el equilibrio real, sin importar que nadie lo entienda. Es un equilibro distinto, un desorden a los ojos cuadrados. También significa moderación y la capacidad de mezclar realidades. Esta carta también es portadora de mensajes y de protección divina. Alude a la salud psíquica y física.
La Estrella:
Arcano diecisiete. Esta carta habla del inconsciente, de la conexión con lo divino, con el cosmos, para las actividades en la tierra, en la vida diaria. Vinculada al arte, lo creativo y las comunicaciones, pero desde una propuesta innovadora y mística. Arcano de la sanación de procesos profundos, de crecimiento espiritual. Es una invitación a correr nuevos riesgos en la vida, especialmente después de experiencias fuertes.
La Luna:
Arcano dieciocho. Es la carta por excelencia de las energías femeninas. Vinculada a la intuición, los sueños. Llama a las mujeres y a los hombres a descubrir la profundidad de sus propias energías femeninas. Muestra, a veces, la cara oculta de la realidad, corre velos, también hace referencia a la necesidad de aprender a movernos entre la luz y la sombra. Es la conexión completa con las emociones, los recuerdos del pasado, la relación con la madre durante la infancia.
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